Acompañamiento en el proceso de duelo

El proceso de duelo

En estas fechas dedicadas al recuerdo de las personas que ya no están con nosotros, me gustaría hablaros un poco sobre el proceso de duelo.

La pérdida de una persona querida es una de las pruebas más difíciles que nos pone la vida. Algo en nuestro interior se rompe cuando perdemos a una persona significativa y que nos ha acompañado en nuestro camino hasta entonces. Seguramente la tristeza nos invadirá, y afectará en muchos ámbitos de nuestra vida; el proceso de adaptación emocional que vamos a tener que hacer para integrar esta nueva realidad y afrontar que la persona querida ya no está, es el proceso de duelo.

Cada persona realiza su propio proceso de duelo, a su tiempo y a su manera y todas las formas de expresión del dolor son lícitas. Algunas personas necesitan llorar y gritar, mientras otras prefieren llevar su dolor en silencio y estar más tiempo solas. Tal vez algunas personas necesitan salir, y recuperan su actividad rápidamente, mientras que otras tardan meses en poder hacer eso… cada persona requiere su tiempo y necesita su proceso, no debemos juzgar a nadie por ello, y no unas sienten más dolor que otras, sino que cada una lo lleva de la mejor manera que puede en esas duras circunstancias.

Las 5 fases del proceso de duelo:

  • Fase de negación: Es una fase breve que consiste en el rechazo, consciente o inconsciente de la realidad de la situación. Estado de shock. Es característico de las pérdidas inesperadas. “Esto no me puede estar pasando a mi”.
  • Fase de ira: La persona ha abandonado la fase de negación, ya es consciente de la realidad y ha comenzado a aceptarla.
    Una expresión que enmarca esta fase sería “¿Por qué a mi? ¡No es justo!”. La persona experimenta sensación de enfado con el mundo. Es habitual que se queje de su propia vida, critique lo que le rodea, sienta envidia por otras personas, etc.
    Debajo de esta ira ilimitada se encuentra el dolor producido por esta pérdida. Si somos capaces de identificar esa ira y expresarla sin temores podremos comprender que ella es parte del proceso de curación.
  • Fase de negociación: Es un punto de quiebre respecto a la situación anterior; el proceso de duelo comienza a pacificarse y a encauzarse por el camino correcto. Se trata de una fase positiva y necesaria. Su duración es muy breve. En ocasiones el duelo empieza en esta fase (sin las dos anteriores).
  • Fase de depresión: Debilitamiento general: profunda tristeza, sensación de vacío, dolor, agotamiento físico y mental. Es una fase necesaria, se debe expresar el dolor.Es una etapa en la que se necesita mucha comunicación, verbal y no verbal.Es un estado, en general, temporal y preparatorio para la aceptación de la realidad.
  • Fase de aceptación: Es la recta final del proceso de duelo. Consiste en aceptar la realidad de que nuestro ser querido se ha ido físicamente por lo que debemos comprender que esta nueva realidad que vivimos sin él/ella será nuestra realidad permanente de ahora en adelante. Se trata de aprender a convivir con la pérdida.En esta fase se experimenta una cierta tranquilidad.

No hay un tiempo determinado para dejar de sentir dolor; no te presiones para dejar de sentir lo que sientes, no tengas prisa. El dolor y la pena que nos acompañan son normales y necesarios. Podemos llegar a pensar que vamos a volvernos locos, que el sufrimiento no va a terminar; pero debes saber que aunque en algunos momentos puedas sentirte completamente hundido/a y perdido/a, todos tenemos recursos que hemos ido adquiriendo a lo largo de la vida y que nos van a ayudar en estos momentos.

Si tienes ganas de hablar, hazlo; si necesitas un abrazo, pídelo; si necesitas momentos de soledad, hazlo saber, los demás lo entenderán. Durante este proceso, intenta cuidarte: alimentarte correctamente, descansar bien, hacer algo de ejercicio físico… y si crees que necesitas ayuda profesional, no dudes en contactar con un/a psicólogo/a que te ayude y te acompañe en tu proceso.

Cuidar al que cuida

Hoy día 21 de septiembre, se celebra el Día Mundial del Alzheimer. Esta enfermedad es la demencia más frecuente, y supone un 60-70% del total de demencias, con una mayor proporción de pacientes en los grupos de mayor edad. Se estima que en España hay más de un millón de pacientes diagnosticados, y cada año aparecen 100.000 nuevos casos.

La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa; las personas que la padecen van perdiendo poco a poco sus capacidades cognitivas (memoria, lenguaje, orientación, capacidad de razonamiento…), a la vez que pueden padecer alteraciones afectivas y/o conductuales. Debido a este deterioro, cada vez es más complicado que puedan mantener una vida autónoma, por lo que es necesaria una persona que se haga cargo de ellas y las acompañe y las cuide en su día a día; y aquí empieza la importante labor de los cuidadores y cuidadoras.

EL TRABAJO DE CUIDAR

La enfermedad de Alzheimer no sólo afecta a quien la sufre, sino también a su entorno familiar más cercano, que suele asumir la función de cuidar a la persona enferma.

Lo más habitual suele ser que el papel de cuidadora principal lo asuma una mujer (esposa, hija, hermana…); ya que en nuestra sociedad siempre se ha asignado a la mujer el rol de cuidadora de la familia. Aunque no siempre es así; y también nos encontramos con hombres cuidadores, sobre todo maridos e hijos. Muchas veces, este papel de cuidador/a lo viven desde la soledad y poco apoyados por la familia, que suele ser poco consciente de la necesidad de cuidar al propio cuidador/a.

El mayor problema al que se enfrentan los cuidadores y cuidadoras, es al deterioro de su propia salud. Las personas cuidadoras muchas veces se sienten agotadas, suelen presentar cansancio, sintomatología depresiva, ansiedad, problemas de tipo físico, y una enorme carga emocional que muchas veces no es expresada. En muchas ocasiones la persona cuidadora llega a “olvidarse de sí misma” y pensar únicamente en la persona a su cargo. Cuidar de un enfermo crónico es un trabajo que ocupa las 24 horas del día, por lo que muchas veces la persona cuidadora debe abandonar o reducir tanto su vida personal como su vida laboral; y esto puede conllevar a que se reduzca la capacidad económica de la familia y que su vida social sea cada vez más escasa.

El papel de la persona cuidadora es importantísimo; realiza múltiples tareas que no siempre son agradables, incluso a veces son desagradecidas, y en la mayoría de ocasiones la persona cuidadora no está preparada para afrontar la diversidad de situaciones que puedan darse.

Para preservar la calidad de vida de la persona con Alzheimer y la de la persona cuidadora, es necesario que dispongan de la información y del soporte emocional necesario para poder afrontar las consecuencias que la aparición de esta enfermedad comporta en su día a día. Es necesario cuidarse para poder cuidar.

ALGUNOS CONSEJOS DE AUTOCUIDADO PARA CUIDADOR@S

  • Comprender la necesidad de cuidarse uno mismo como elemento imprescindible para la tarea de cuidar a un familiar enfermo: si no nos cuidamos es posible que presentemos síntomas como la irritabilidad, la ansiedad, falta de atención, estado de ánimo depresivo… todo ello repercute en el trato que podamos tener con el familiar enfermo y en la calidad de los cuidados que le proporcionamos.
  • Cuidar nuestro cuerpo: procurar descansar, dormir bien, comer bien e intentar hacer ejercicio con regularidad.
  • Practicar la relajación para recudir tus niveles de ansiedad.
  • Reconocer y aceptar los sentimientos y emociones que nos genera cuidar de un familiar enfermo; no juzgarnos, normalizar nuestras emociones y ser conscientes de nuestras limitaciones.
  • Pedir ayuda y colaboración cuando sea necesario, compartir la enfermedad con nuestros amigos y familiares. Pedir ayuda no es síntoma de debilidad, y aceptarla tiene una gran utilidad como herramienta terapéutica para tu propio bienestar.
  • Recibir información sobre la enfermedad y su evolución y las posibles complicaciones que pueden darse. Recibir consejos prácticos para entender mejor los cuidados y poder proporcionarlos adecuadamente.
  • Aceptar que el objetivo de los cuidados es proporcionarle al familiar enfermo la mejor calidad de vida posible; asumiendo en todo momento que el objetivo no es la curación.
  • Encontrar tiempo para mantener relaciones sociales y disfrutar de momentos de descanso. Salir de casa, realizar actividades con más gente, recuperar tus aficiones, etc.